martes, 27 de noviembre de 2012

Ausencias en visita

Clara, contrariada, no lograba abrazar la triste despedida. Hermoso es el silencio que no es de resignación. Hiriente, doliente, en cambio, ese acallarse sin aviso ni permiso, ese terrible desaparecer que borró huella y canto.
Clara, de regreso, cruzó el umbral con flores en mano, que se miraron con las nacientes en su ausencia. La rosa y la enamorada del muro, la glicina, la lavanda y el jazmín del cielo recibieron visitas: hortensia y magnolia fueron bienllegadas.
La promesa de libertad no había querido enjaular al pájaro y él parecía hijo del adiós eterno.
Noviembre hizo fiesta de flores y el pájaro oliendo aromas no resistió.
Los amores sinceros, las amistades profundas, de alguna manera siempre vuelven, aunque los meses le hayan hecho parir soledad y desconsuelo.
Costará despedir este noviembre florecido. ¡Los isondúes siguen encendidos!

Ausencias/2

Se fue por el orificio de la pileta, en un descuido, resbalándose como jabón. Clara la amaba como a pocos en el mundo, pero él quiso desprenderse de sus manos, que no la querían como prenda sino como una luz más entre los isondúes que nos amamos al andar. 
Han pasado ya meses y Clara cuenta que el olor del jabón no se va. No hay manera de saber en qué lugar de la cañería se ha escondido. Sólo quedan los "atrases": su abrazo en piel, su llamativa sensibilidad, su entrega total en cada causa y su sensación de vivir derrotado, que lo llevó al suicidio de ella y a la insuficiencia de ese perfume en las manos, que no lo logra traer.
La promesa de libertad no quiere enjaular al pájaro. No esperaba esa despedida pero así, triste, así de triste, fue.

martes, 20 de noviembre de 2012

Los que rocían naceres

Clara lee sus escritos olvidados:
-Al final de este viaje, sólo me quedarán entre manos y recuerdo los que regaron la siembra, rociando gota a gota aquellos minúsculos naceres donde puse la esperanza. Esos que atendieron el riego cuando no tenía de dónde sacar fuerzas. ¡Los isondúes siguen encendidos y hacen todo para que nos coincidan los ratitos!
Otros, tal vez atraídos por Añá, ahuyentados por la tierra movida y asustados por los brotes desconocidos, emprenderán el viaje para jamás volver.

La pequeña intenta repetir el esquema y procura hacerse cargo también de los temerosos idos. Un día logrará saber que no es la madre de todos, y saberse madre, hermana y amiga de los riegos compartidos mientras va pariendo el nuevo nacimiento.
Lo que vive Clara hoy me nombra.
Belli:
-Sé que ciertas imágenes de mi pasado han entrado a sus sueños, que puedo espantar su miedo oponiéndole mi resistencia. Sé que habito su sangre como la del árbol, si bien no me está dado cambiar su sustancia, ni usurparle la vida. Ella ha de vivir la suya, pero yo soy el eco de una sangre que también le pertenece.

martes, 13 de noviembre de 2012

Las cajitas, tras la lluvia

Papá era pediatra y cuando niños nos traía cajitas de medicamentos que con plasticola, tijera y fibrones convertíamos, al instante, en edificios de los más variados que puedan imaginar.
Los entusiasmos y un rincón arquitectónico heredado de mamá, nos llevaban a convertir cajitas en grandes rascacielos.
Mientras vuelvo al pueblo donde nacieron sus primeros pasos el pediatra y la arquitecta, los rascacielos de las ciudades se vuelven ajenos.
No sé bien por qué, un día al madrugar, recordé aquel espíritu constructor. Justo había caído una gran tormenta y las cajitas no resisten tanta lluvia sin desplomarse. Al parecer, dijo Clara, no resisto yo tanto edificio sin desarmarme.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Los rincones quebrados

Con la casa no termino más. Hace meses que trabajo cuatro horas por día y siempre queda algo por mejorar y reparar.
Mientras pinto a veces pienso en tener un día una casa propia y miro cada vez con más cariño las casas abandonadas del lugar: la pintaría de estos colores, comenzaría por esa ventana que está tan tristemente olvidada y seguiría por allí, para devolverle la luz interior que le está faltando.
Poco a poco, a ritmo de músicas y pinceladas, lo de afuera contagió a lo de dentro. Los rincones quebrados, dolidos y olvidados, las esquinas con telarañas y el óxido carcomiente de esa gota que cada lluvia mojaba allí, hoy están sólo en la cátedra de historia.
La reciente foto captó cómo barniz y pintura reflejan la flor que en primavera parió.
Brilla lo olvidado y refleja, gozosamente, todo eso que nació.
¿Quién habría imaginado que ese encuentro con lo otro, que ese acercamiento a lo abandonado, sería un encuentro con mi nombre y mis sueños?

Esa terquedad para parir





Ese árbol no se fue de mi cabeza en todo el día. ¿Cuántos son esos troncos que suben y vuelan tan alto? ¿Cuántas esas hojas que susurran con el viento? ¿Dónde se le ocurrió nacer? Miro al suelo y no hay teoría de tierra fértil que resista. Semejante gigante saca literalmente agua de las piedras. ¿Qué puede ofertar la pura piedra? ¿Qué terquedad le hizo nacer allí, cuando había tanto suelo para parir?
El imponente me invade, me sacude y promete quitarme el sueño: donde todo parece infértil, la vida nace, nace... y nace.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Del cajón a la luz

Clara estaba guardada en los cajones del placard. Hace meses que no veía la luz y la asfixia la condenaba a la muerte próxima. Había llegado al cajón, aturdida de tantos ruidos que la ensordecían. Manos y piernas tenían los ruidos y la empujaban de un lado a otro, con ojos vendados, sin dejarla un instante quieta, para darse lugar en el silencio.
-Unos dicen que aquí, otros dicen que allá. Debo partirme en dos... -canta Silvio.
En dos, en tres, en diez y más -dijo Clara, para ser todo eso que pretenden de mi.
La pequeña se escondió en el cajón y día a día, madrugada tras madrugada, se asomaba.
-¿Todavía esperan de mi?
Sus ojitos miraban a ese gigante que permanecía allí, cerquita de la salida.
-¿A quién ves, Clara, si no hay ningún gigante?
Callaron los ruidos e inundaron los silencios. Y en el silencio logró salir.
La temerosa sólo sabe susurrar. En silencio susurra como el viento sobre la paja: anunciando lo que viene.