domingo, 27 de mayo de 2012

No callan ni pierden la canción


Las voces que claman juegan como si fueran niños cantando andares de sólo vivir. Recuperan la voz de Agustín, que siglos atrás pronunciaba “Ama y haz lo que quieras” y la canta parafraseando: “Ama y prescinde de lo que quieras”
Ciertos días las voces ensordecen, reventando tímpanos, vibrando adornos. Cuando ensordecen Clara anda lento por la vida, recorre las esquinas de su casa sin saber qué tiene que hacer.
Otros días las voces sólo susurran, dejando caminar y respirar. Sea que susurren, sea que ensordezcan, las voces que claman no callan ni pierden la canción:
“Yo sólo quiero darte luz
cobijarme en tus sueños
abre esa ventanita del corazón que haz olvidado
Antes de que amanezca quiero saber si estás a mi lado”

jueves, 24 de mayo de 2012

Añá está de regreso

No hay filo que corte la densidad de las horas. El aire nauseabundo estrangula las esencias y marchita el jazmín. Los segundos son horas y de ellos, de ellas, hay que salir cuanto antes. ¿Salir para migrar hacia otra hora tan triste como la presente? ¿Salir de estas horas, pincelando montañas florecidas y cielos turquesas, para convencerse del ilusorio regreso del jazmín? ¿En qué momento llegó la noche? ¿En qué momento, sin dar aviso para manotear lápiz, vela y papel? ¿Fue una brisa la que desnudó mi sonrisa? ¿Añá volvió a la carga y encerró los isondúes?

martes, 8 de mayo de 2012

Voces que claman

Clara está de regreso. Hace tiempo que escucha voces que gimen desde lejos sin saber cómo ni cuando se pronunciaron. Gritos que claman y reclaman pasos sin dar, horizontes sin vislumbrar. Ese otoño suelta la hoja. 
La tierra la recibe e imparte la humedad que el árbol ya no le da. La hoja llora. El árbol extraña con dolor de entraña y se siente muerto de miedo por el frío por el frío que el tiempo anuncia. Hoja y árbol duelen distancia, por más certeza de responder a esas voces que claman. Ellas, las voces indescriptibles, anidan en el corazón y, encaprichadas, no se irán sin su cometido.
La lágrima, que baja acompasada a la hoja, pronuncia grito de tristeza y mientras cae intenta, pataleando en grito para que vuelva lo que se fue, callar las voces que claman. Pero no hay pataleo que alcance ni intento de afinación. Clara me cuenta que la guitarra se siente ajena en aquel bar y quiere acompañar otros cantos: cantos con letra de las voces que invocan, esas que desde lejos reclaman nuevos ríos por donde su vida va.

domingo, 6 de mayo de 2012

Como árbol de otoño

Se pierden las hojas, el otoño evoca. Se van los alrededores y la desnuda rama anuncia austeridad de frutos. De todo, lo intocable de la vida resiste hasta el margen, bien al margen pero sólo hasta allí. Cruzando el límite, forzando el margen, la tristeza irrumpe en ahogo y saturación.
Aunque el árbol intente sostener las hojas, sabe de un tiempo nuevo por venir. Desprende en llanto y, en palmada de adiós, las suelta gravedad y viento mediante, hacia la tierra y el más allá.
Entonces otoño evoca: no hay hojas que oculten la desnudez. Y lo que resiste, ese intocable e innombrable deseo, invoca la palabra, pronuncia lo que ocupa piel y corazón y espera... espera... sabiendo invierno por parir, primavera por surgir.