lunes, 28 de febrero de 2011

Crónica de una misión a la que todavía no fui

27 de febrero

Cerca de las 14.00 hs salimos cargando en las camionetas ilusiones, sueños de una vida por compartir, bolsos y alimento. Por más que lo intentemos nunca sobra lugar... viajes donde viajes las cosas se dispersan entre los pasillos y todos nos subimos como jugando al tetris. Unos preparan el mate, otros sacan enseguida su librito, otros duermen apenas giran las ruedas y un musicalizador guía lo que vamos a escuchar y cantar.
En pocas horas estaremos en Atamiski compartiendo andares.
Tras los primeros kilómetros se asoma una de las provincias más castigadas por el desmonte, años atrás. Entre castigos de tierra y la reciente investigación sobre explotación obrera en Atamski aparecemos tratando de anunciar al Dios de la paz y de la justicia. ¿Cómo hablar de un Dios de justicia a un pueblo sumergido en el olvido de los repartos?
Los cactus y las salinas anuncian sequedad. Cuando la tierra no da más que medidas justas y apretadas, la gente sabe de compartir y de sonreír. No se llena nunca, y al no saber de saciedad sino de hambre, no tolera que otros sufran lo mismo.

Terminé de escribir estas palabras y recordé dos canciones. "Latinoamérica" de Calle 13 y "Ofrenda" de Pedro Guerra.
-Richard, conectá esta compu con los dos temas que preparé.
Él conecta y vamos escuchando "Soy un pedazo de tierra que vale la pena, soy América Latina, un pueblo sin tierra pero que camina" y luego "hablarás contarás lo andado y después descansarás"
Y de repente la chancha y los diez chanchitos cambiaron nuestro plan en cuestión de segundos. Frenamos de golpe y chocamos entre nosotros. Algunos muy doloridos gritan,mientras que otros, al unísono preguntan:
-¿Están bien?
A simple vista todos lo estamos, aunque tres están muy doloridos. Calla Pedro Guerra. Callan los motores. Nos miramos, nos abrazamos, nos consolamos.
Mientras esperamos la grúa muchos se acercan a dar una mano y Néstor dice:
-Íbamos de misioneros y fuimos los primeros misionados.
De entre los ayudantes, Bryan, Diego y Roger se quedan hasta el final, y nos cuentan a Daniel y a mi una seguidilla de accidentes en ruta, de mitos sobre luces malas y hacen una docena de preguntas sobre nuestra vida.
El resto ya fue auxiliado. Los saludo y les deseo que puedan concentrarse en la misión. Viene la grúa y se lleva a Daniel con una de las camionetas. Los fieles pequeños se quedan conmigo largo rato como si el tiempo no fluyera, cosa atípica en la ciudad. Cuentan de vizcachas y tortugas y aseguran que hay muchos animales raros.
-¿Por qué raros? -pregunto.
-Porque no están en todos lados, asegura Roger.
Subimos a la camioneta con los tres y esperamos el auxilio, en medio de una noche estrellada comparable con la que tiempo atrás relaté en cordillera. Piden que les explique cómo se usa un cinturón de seguridad y dicen:
-¿Es una compu?
Saco a mi pequeña Ayni y se las muestro, mientras veo las gotas de sangre. Al encenderla percibo que Ayni agoniza tras veintiocho meses de cotidiano esfuerzo.
Creo que sólo es la pantalla, aunque dudo poder recuperarla.
Hace horas llaman a los chicos y finalmente van. Aquí estamos, aquí solos, con mis huesos doliendo, con Ayni agonizando, con los grillos cantando y la misión esperando. Aquí estamos, redibujando andares, en medio de una misión a la que todavía no fui.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Eras demasiado

Eras demasiado
demasiado para mi.
Te trataba como un cristal
en el miedo de dañar tu pureza
te olía como una flor
sin tocarte, respirándote.

Pero eras frágil y yo torpe
princesa y yo bestia
piel y yo metal.

Un día la torpeza
me tuvo distraído
y mi flecha te hirió
la noche nos perdió
y el llanto humedeció.

Eras demasiado
demasiado para mi
allí quedaste
nunca más te vi
allí quedé
nunca más renací.

Venías, te ibas, y acá estoy

Venías y florecía
los jazmines inundaban el aire
y la luna estaba siempre llena.
La vida era canto
y el canto tu sonrisa.

Te ibas y marchitaba
las hormigas desaparecían la flor
y las nubes al sol
la ausencia enterraba el andar
y los héroes se rendían.

Venías, te ibas, acá estoy
¿estoy si te vas?
¿estás si me voy?

martes, 22 de febrero de 2011

La esperanza como haz de luz

Cuentan que vendían lo que robaban y lo que habían comprado... el auto vendían, y los adornos de la casa de los viejos vendían.
Mientras cuentan, uno de ellos recuerda:
-Yo salía vestido y volvía desnudo. Vendía lo que tenía puesto y con eso aunque sea una línea consumía.
No vendían a sus hijos pero casi. Ellos eran la esperanza para seguir vivos, esperanza de volver y cambiar de la cabeza y del corazón de sus pibes esa última imagen de un papá que camina en la corniza.
¿Qué hicieron con estos jóvenes? ¿Quién se metió con estos jóvenes para amputarles los rinconesvidas?

domingo, 13 de febrero de 2011

Brillabas pero ya no

Brillabas pero ya no
Parecías iluminar interminablemente
pero un atardecer te arrebató
¿Te apagaste vos?
¿Me apagué yo?
¿Cuándo viajaron esos pasajeros-promesas
que se fueron sin ser despedidos?
¿Cuándo cruzaron el mar
soltando en océano profundo
la esperanza de "sos mi vida hasta la eternidad"?
Cuándo...cuándo... que no avisaron.

martes, 1 de febrero de 2011

Por la 40 en 2 ruedas (relatos)

Un post un poco largo...
Van los relatos de las vacaciones en bicicleta por Ruta 40
Enero 2011


20 de enero
-¿Te dejaron subir la bici?, pregunta con voz de niña, sentada con los pies en el asiento. Hablamos un rato con mi compañera de viaje mientras mis padres saludan por la ventana y mamá llora sin poder disimular su miedo a mis locuras.
Evangelina es de San Rafael, vive en Río Gallegos, quiere estudiar en Córdoba y viene de estar de vacaciones en Cosquín con su novio de Entre Ríos… surtido país.
Cuando no duerme o charla, lee la novela que me prestó Pame… ¡Y casi la termina! Yo, en cambio, duermo, duermo, duermo… y aún así no recupero.
21 de enero
Parto hacia Malargüe y Vero me dice que tiene una amiga allí que puede darme una mano para pensar mi travesía a dedo por la 40. Raquel me llama por teléfono y me dice que está con Tate, que la casa no es muy cómoda pero que me recibirán con gusto para que no tenga que ir a un camping.
Hablamos largo rato con Raquel y Tate mientras Tate prepara unos capelettis con panceta. Mientras la escucho hablar sobre los pequeños productores pienso, como siempre, que el campo no es siempre el mismo. Entretanto me cuenta lo que es dar clase en una escuela-albergue
-Éramos un pequeño grupo de resistencia que creía que la escuela no era un lugar separado de la población. El director creía eso y nos costaba mucho. Queríamos que al menos vaya y recorra para saber cómo viven los chicos y las chicas de la escuela.
Listos los capeletti que Tate preparó. Sin conocernos tanto compartimos sueños olvidados, dolores- país y sonrisas. Raquel mira añorante y me cuenta lo que extraña a mi amiga. Se mezcla en mi egoísmo con su extrañanza, mientras la miro y le digo… “soy agradecido de haberla conocido. Me cuesta que no está con vos, pero a la vez disfruto mucho de tenerla cerca.
Me levanto temprano y salgo rumbo al cruce donde puedo tener suerte. Sólo la vez que choqué hice dedo. Pasa un rato y nada. Pedaleo y el sol va cobrando fuerza mientras me canso. Diego frena y dice.
-La cargamos. Voy bastante al sur.
Atamos la bici junto a un material para sellar pozos petroleros y subo.
Es dura y solitaria la vida del camionero. Poco descanso y mucha intemperie. Diego añora su tiempo de ciclista pero ya a los 17 años comenzó a manejar el camión junto a su padre. Tiene 33 y está casado. Meses atrás nació su beba, que la conocí viendo su sonrisa en el parasol del conductor y viendo a la vez la sonrisa de Diego cuando cuenta
-Renuncié a mi trabajo anterior donde hacía 14 por 7. Le dije a mi señora “andaremos un poco más ajustados pero no quiero estar 15 días sin verte y sin ver a la gorda.
Pero aún así casi siempre maneja 15 horas, duerme algunas pocas y comparte con su familia cuanto puede.
Me despido agradecido mientras pienso lo dura que es la vida de muchos en este país.
Tras unos kilómetros en medio del desierto se asoman pequeños enojos sobre mi compra de pasaje y mis sueños de intemperie. 35º con subidas de ripio, bicicleta cargada y falta de agua me hacen creer que no podré avanzar mucho más. No me preocupa tanto mi futuro porque tengo carpa y alimento. Me preocupa no tener señal para avisar que estoy bien. Pienso alternativas mientras sólo veo pasar automóviles donde la bici no entra.
-Dios… dame una mano, grito sin encontrar sombra donde permanecer.
Enseguida frenan tres en una Hilux. Vienen de dinamitar un camino y ven mi cara de cansado. Me suben y confirmo que el cansado sabe de cansancio y por eso ayuda al que ve en camino. Los “muy turistas”, en cambio, no. Sólo hacen gesto de “no puedo” y siguen acelerando.
Pato, Ricardo y Andrés quieren volver tras cinco días en montaña. Es difícil calcularle las edades a los curtidos por el sol y la seca tierra del desierto cordillerano, pero seguro no tienen tanto como parece. Son por de más amables en ser mis guías turísticos, contándome sobre petróleo, agricultura, ganadería y ríos. Manejan durante medio día para estar poco más de uno con su familia. Luego la rutina que los llevará al rayo del sol y a dormir en un contenedor, a veces, descontando horas para el regreso.
Todavía no empezó la travesía planeada. ¿Todavía no? Y recuerdo las palabras de María Fabris:
-No planifiques mucho tu vida y descubrirás grandezas.
Pedaleo desde Centenario a Neuquén y paso por Zanón… no dejo de cantar la canción de Arbolito… “si pasás por Neuquén no te olivdes de irlos a conocer… los muchachos te van a mostrar como se hace un país de verdad…”
Mientras pedaleo me encariño con la historia y con los conocidos de hoy. Entretanto constato que en el país son muchos los que tienen una vida más sufrida y entregada que yo.
Enseguida viene el colectivo que me llevará a Junín de los Andes. Saldré de allí apenas llegue.

23 de enero
Los cuatro de la travesía comenzamos a armar bolsos, atar equipaje y sacar la primera foto. Minutos antes de las 11, bendecidos por quienes nos despiden, emprendemos viaje.
El camino rodea el Lanín que de manera imponente siempre está. O lo tenemos en la espalda, o a la izquierda, o de frente, pero siempre está. El Lanín, como las subidas, nos acompañará largo tiempo.
Frenamos a comer algo dulce en La Rinconada, a 30km de Junín de los Andes y seguimos. A las 15 llegamos a San Ignacio donde pedimos agua y almorzamos. Descansamos un rato hasta que bajó el sol y seguimos.
Llevamos cerca de dos litros de agua cada uno pero no alcanza. El agobiante calor y el viento hacen que se diluya en la boca casi sin que nos enteremos. No nos queda nada y comenzamos a hacer “dedo de agua” La gente frena y nos va dejando lo que tienen en las botellas.
No encontramos río y las subidas sin descanso nos tienen físicamente agobiados. Un camión frena para darnos agua pero nos ofrece llevarnos a Zapala, mientras nos dice “todo subida hasta Zapala” Atamos las bicis al semi y “todos a la cabina”
En viaje hablamos de los lugares de Argentina y Leandro conoce bastantes pero “me gustaría poder conocer sin el camión, frenar y mirar. Cuando vas con el camión no se puede”
Nos deja a las 23hs en Zapala. Nuestro cansancio no merma y ansiamos comer y dormir. Con el camping municipal, intento fallido. Nos comentan del camping del ACA y allá vamos.
-Sí, nos dice, mientras echa gas oil en una camioneta. Pueden quedarse, la gente se queda.
No es un camping sino un conjunto de mesitas para almuerzo viajero, y dista mucho del dato “en el camping del ACA tienen luz eléctrica y agua caliente”
En fin, tenemos tanto sueño que nos importa poco. Armamos carpa, comemos y a dormir.

24 de enero

Después de un buen descanso desayunamos y salimos a las 10.20hs rumbo a Las Lajas, donde estaba previsto almorzar. Una linda bajada nos hizo disfrutar del costoso día anterior, mientras el velocímetro marcaba 60km/hora. Luego interminables subidas exigían las piernas sin darles descanso hasta poco antes de nuestro destino. Entretanto resulta imposible encontrar “una sombrita” y tras cada cuesta nos vamos diciendo mutuamente: “después de esta capaz que haya un arbolito... pero nada. Cuesta tras cuesta, ni una sombrita.
Nos quedamos un ratito en un arbusto y salimos para llegar finalmente a Las Lajas. Con el calor de hoy no había agua que alcance. Estimamos estar tomando 6 a 7 litros de agua por día cada uno. Llegamos al río con mucho calor. Tras unos minutos piedra y tormenta eléctrica, un viento pocas veces visto en mi vida que hace que las gotas que caen de un lado del puente lleguen sin problema al otro lado, antes de tocar el suelo. Segundos más tarde rota el viento y el mismo cuento para el otro lado, de modo que no podemos dejar de mojarnos.
Acá estamos, bajo el puente, mirando la tormenta eléctrica, juntando leña y recalculando la ruta que hoy no podremos hacer.
Después de un rato de relaciones sociales en Las Lajas, mientras nos preveíamos de alimento y líquido en el supermercado, comenzamos la mateada. Luca se ocupó del fuego. Lo que habitualmente nos resulta casi inconcebible se vuelve uno de los elementos más preciados en estos lugares. Así, nuestro matermo (mate-listo) pasa cariñosamente de mano en mano mientras los fideos de cocinan. Entre mate y mate, pensamos en el mañana. El mañana remoto, en el que nos proponemos llegar a Chos Malal. El mañana lejano, donde se empieza a dibujar el sueño de otros 1000km por la 40 el año que viene, y así durante años, hasta completarla. Entretanto recordamos y celebramos justo un año de esta idea que hoy se concreta.
El atardecer nos enamora. Le sacamos fotos y más fotos, sin cansarnos. Pienso que cuanto más cae el sol más hermoso se pone... y pienso que Dios quiera que así sea mi vida... siempre en busca de más... sin descontar el tiempo de vida... viviendo plenamente la hermosura del andar hasta el final de los tiempos.
Comemos e inmediatamente nuestro puente-casa pasa a ser habitación. Suena hasta poético contarlo y ver fotos de bicis, una ollita, bolsas de dormir y alguna que otra mochila. Suena terrible pensar la cantidad de hermanos y hermanas que la vida bajo el puente excede anécdota.

25 de enero
Cerca de las 6 nos despiertan unos pibes emborrachados que manejaban una Ford Ranger. Quedan empantanados junto a nosotros, bajo el puente y piden todo el tiempo perdón por despertarnos, primero en inglés y luego, cuando le aclaramos que somos argentinos, en castellano.
Iniciamos pedaleada 8.15hs y prevemos hacer hoy poco más de 150 para llegar a Chos Malal. Allí nos espera la gran amiga Aixa, una de las personas que más aprecio en este mundo, y su familia. Nos esperan también los salesianos, que se pusieron contentos al enterarse que íbamos.
Arrancamos con nube y fresco. Cada tanto nos alcanza una tormenta retrasada de ayer y nos moja apenas acariciándonos con el fresquito de las gotas.
El camino tiene poco y nada. Cruzamos el salado y seguimos hasta frenara a almorzar bajo otro puente, ya que el “fijate si más allá hay una sombrita” sigue siendo un imposible.
Las bicis armonizan compañía y soledad. Cada una viene moviéndose con su andar y sus mañas: un ruidito por acá, un cambio que entra de tal manera y no de otra, un freno que responde como sólo él sabe responder y la bici va.
Pero en armonía va, sabiendo que las otras allí están, llevando en el equipaje algo necesario que las otras no llevan, y llevando en su andar una historia, un color y un dolor compartido, mientras avanza en compaz.
Entre compañía y soledades, a todas las une el agua, infaltable compañera de vida.

Tras el primer descanso, 21km de intensa subida llegaron casi hasta sacarnos las ganas de pedalear. Siempre nos parecía que no podía trepar más y tras la curva aparecía otra subida. Frenamos en Chorriaca a pedir agua el el señor del ex-ACA nos dijo que nos quedaba casi todo subida, exceptuando una bajada inicial.
Decidimos separarnos por carpas para hacer dedo pero luego un automovilista nos entusiasmó con la bajada. Pedaleamos 25km más llegando a los 100 de día y ahí volvimos a separarnos para poder llegar a Chos Malal. A Luca y Ariel los subió una Master de transporte de pasajreos, ingeniándoselas para hacer entrar las bicis entre los asientos y la gente. Entre mate y charla, el chofer de “Casa nuestra”, un poblado cercano a Chos Malal, los llevó a la parroquia.
Fer y yo esperamos metros más adelante al “Cono sur”. El chofer del colectivo frenó amigablemente ganándose el aprecio. Tras unos 50km llegamos a la comunidad salesiana donde nos recibieron con gran generosidad los padres Isidoro, Azzurro y Emilio.
Nos bañamos con agua caliente y llegaron Aixa y Daira, para buscarnos... allá, en casa de su familia, nos esperaban para cenar algo caliente... “sentados en sillas y comiendo con platos”
Disfrutamos mucho ahí, gozando de cómo se reían acompasadamente madre e hijas. Yo volví cantando el poema de Hamlet Lima Quintana: “hay gente así... tan necesaria”
Tras el agua caliente, la comida en platos y el descanso en colchón el cuerpo no entendía mucho pero se moldeaba aprendiendo a valorar lo que siempre tiene. A veces uno se acostumbra demasiado y estas ausencias lo devuelven a amar la trama de las cotidianeidades.

26 de enero
Después de algunos kilómetros, Emilio nos llevó en parte de la trepada hasta la escuela donde trabaja Laura Rodríguez. Pedimos agua y compartimos unos minutos con los nueve alumnos y las dos maestras.
Emprendimos nuevo pedaleo de 42km con un lindo tramo de bajada donde sobrepasamos los 74km/hora y llegamos poco antes de Buta Ranquil a un pequeño arroyo con alcantarilla, que no debe distar mucho del paraíso.
Aquí estamos, en minutos, rumbeando a Barrancas.

La llegada a Barrancas fue extremadamente difícil pues el viento y la subida no nos dieron respiro. Muy cansados conseguimos a “que tiene la llave del camping municipal” y cenamos fideos con caballa, previa tomada del ya amado “Mate-listo”. Tendremos que atravesar entre mañana y pasado un tramo bastante desértico y en altura, con poca población y evidentemente sin señal.

27 de enero
Salimos de Barrancas y con ello terminamos de cruzar Neuquén de sur a norte para ingresar a Mendoza. Apenas cruzamos el puente del río Barrancas nos recibió un vistoso cartel de “Ruta 40”, diseñado para foto. Frenamos y luego emprendimos la ya sabida trepada de 38km. El fuerte viento en contra se ocupó de malhumorarnos, especialmente a mí, que el viento siempre me malhumoró. Lo que a mí me cansa el viento, a Ariel lo cansa la subida, a Fer los tramos largos y a Luca los tábanos. Menos Fer, el resto puteamos para ver si así se siente menos. De esta manera las subidas dejan de ser “subidas” para ser las “subidas de mierda” y el viento ahora es “el viento culiao” (una expresión muy cordobesa). Los tábanos son todos hijos de puta, pidiendo perdón por las expresiones a quienes le moleste.
Hace siete días que no veo a Ayni, cosa que nunca había pasado desde que ella llegó a mi vida. ¿Qué pensará? ¿Pensará? Tal vez sí... invadida en un sentimiento de soledad desconocido.
Si el viento nos da un respiro llegaremos a La Pasarella. No tenemos tanta comida para cruzar el desierto pero suponemos que nos alcanzará. Sino alguno siempre es generoso.
Almorzamos en Laguna Nueva, un lugar paradisíaco en medio de la montaña.

Como teníamos previsto, Fer se separó del grupo en el ripio, para no romper la bicicleta prestada y descansar un poco. El ripio convierte la llanura en subida y la subida en un imposible, porque los serruchos y la piedra suelta frenan la bicicleta y la llevan a paso de hombre. Hicimos 40km de ripio y ya se nos hizo la noche en este, el día más duro de pedaleada. Los últimos tramos de subida, viento en contra y ripio nos cansaron mucho, mientras regulamos el agua hasta hacer “dedo de agua” nuevamente. En la noche y con viento armamos las carpas usando las bicicletas y las piedras de la zona de estacas, para que no se conviertan en globos aerostáticos.
Fideos con caballa en una increíble noche estrellada, a 5km de La Pasarella.

28 de enero
Dormimos hasta las 9 después del agotador tramo de ayer. Tras 5km de ripio llegamos a La Pasarella y de ahí asfalto hasta Bardas Blancas. 20Km antes frenamos a almorzar galletas con caballa, un manjar para el desierto, aunque ya extrañamos las frutas y las verduras. Por segunda vez, los tábanos no nos dejaron dormir la siesta, pero sí nos tranquilizó un cartel de tiza o cal que pinta la ruta diciendo: “Fer G: estaré en parroquia de Malargüe” Mañana lo veremos nuevamente.
Kilómetros más adelante llegamos a Bardas, con viento y subida. Compramos merienda y nos quedamos dormidos bajo el peso del agotador día anterior. Preveíamos hacer en la tarde una trepada de 20km de ripio pero el físico no nos daba para mucho más. Resolvimos hacer dedo en el envejecido puente y si no teníamos suerte, dormir debajo.
Compramos para cenar y desayunar en el corralón donde nos atendió Cristián Roger, con enorme amabilidad y nos convidó hielo.
Ya en el puente, nos levantó una Chevrolete manejada por Lucero, que nos ofreció llevarnos hasta Malargüe. Esa opción nos permitió avanzar un tramo y no tener que tomar colectivo desde Malargüe a San Rafael para llegar al trabajo a tiempo.
Reencontramos entonces a Fernando, que nos esperaba en la parroquia, después de compartir viaje a dedo con Beto Cousiño. Los curas nos prestaron una salita con baño, de modo que supimos nuevamente de agua caliente. En la plaza celebramos nuestra última noche todos juntos con pizzas, empanadas y el infaltable jugo Ades de manzana.
Mientras el resto fue al sobre abrazado por el cansancio, yo me encontré con mi amiga Vero y su amiga Raquel, que me había recibido en el tramo de ida.

29 de enero
Redistribuímos peso para poder separa la expedición y pedaleamos juntos hasta El Sosneado. Allí Luca y Ariel pasarían el día para luego rumbear a Mendoza, y Fer y yo seguiríamos pedaleando para acercarnos a San Rafael.
Desde entonces hasta la noche el viento en contra se ocupó de llevar nuestras bicis a la mitad de velocidad. Frenamos a mitad de camino, en las salinas. Rezamos la misa, cenamos y a dormir.

30 de enero
Madrugamos para hacer un fuerte tirón a San Rafael en la mañana. De momentos algunos paisajes son tan similares durante horas que algunos podrían aburrirse. Sin embargo, los ojos y el corazón de ciclista van recreando los paisajes, mirando profundamente los detalles, y con ellos se entretiene, mientras habla con él mismo, o con Dios... o con ambos a la vez.
¿Cuántas vueltas habrá girado el pedal? ¿Cuántas veces habrán pasado los eslabones por los dientes de los piñones? ¿Cuánto habrán mirado los ojos y descansado este corazón que venía acelerado? ¿Cuánto, cuánto, cuánto, en estos 720km de bicicleta? ¿Cuánto, cuánto, cuánto, en estas 51 horas y 10 minutos de pedaleo, en estos 8 días de estas horas de desierto y consumo interminable de agua?
¿Cuánto, cuánto, cuánto? ¿Cuánto le queda a la 40 para que la terminemos de pedalear? ¿Cuánto? ¿Cuánto? No importa cuánto. Sólo importa lo que Clara dijo:
-¡Te hace bien la montaña amigo!


Posdata (Para algún ocurrente viajero)

Llevamos bolsa de dormir y carpa, varios cereales y al resto lo fuimos comprando en el camino.
Las bicis eran bastante viejitas excepto la que le prestaron a Fer, pero aguantaron bastante.
Llevamos varias herramientas y repuestos para que nadie quede fuera por imprevistos fácilmente solucionables. Le pusimos gel autoparchante a las bicicletas para no perder tiempo.
Es importante que la parrilla esté bien amarrada y que el equipaje no se mueva. Un pozo mal agarrado puede hacer que el equipaje se enganche en los rayos y termina el viaje.
Con los colectiveros no siempre es tan fácil. A veces largan la bicicleta sin problema. Otras te cobran sobrepeso y otras intentan convencerte de que la mandes por encomienda, especialmente cuando hay muchos bolsos.
No gastamos ni un peso en alojamiento
Y lo mejor de todo: en 8 días gastamos $130 (U$S 32) cada uno. Si le sumamos los pasajes, combinados con algunos tramos a dedo, gastamos $700 (alrededor de U$S 175)
Por ver el paisaje, Dios, o quien sea... ¡no nos cobró nada!